A una ciudad de nosotros

03/09/2024

Apareciste como quien busca
un pedacito de futuro
por la mirilla de la puerta:
con los ojos entornados
y el corazón a distancia.

Apareciste caminando
con las manos en los bolsillos
intentando pasar desapercibido
por Buenos Aires,
intentando
pasarme desapercibido a mí
que oía el golpe de tus pasos
sonando en medio de la vereda
con la misma fuerza
que en una habitación vacía.

Recuerdo de ese día
que era idéntico al anterior
y que sólo cabía en su propósito
dar paso al siguiente
y recuerdo también
que en mi rectángulo alquilado
en ese torrente de letras muertas,
en esa amargada jaula de insomnios
no cabía más que yo.

Apareciste y supe mirarte
como una niña que observa algo
que jamás será suyo
y creí que al menos era posible
inventar una palabra que te defina
pero la libertad
cuando no se disfraza de otra cosa
e irrumpe en un lugar
en el que todo es encierro
carece de sinónimos.

Me ofreciste un amor urgente
para tiempos despiadados
y yo
cansada de repetirme
en heridas antiguas y minúsculas
sucumbí al placer de quererte
con mis secretos en la lengua
y evitando
las esquinas de tu cama
sin saber si ahí es donde acaba el mundo
o donde empieza.

Y tus manos
cansadas de repetirse en cuerpos
que no quisieran despegarse de ellas
se abandonaron al tipo de amor
que no resiste una primavera
pero tiene la firmeza
de dos almas en venta
usándose para ver un mañana
que ya no es hoy.

Así andamos ahora
a una ciudad de nosotros
persiguiendo instantes de gloria
para hacernos de sus restos
creyendo que la felicidad
no es ruidosa ni alborotada
sino más bien
como un susurro al oído
o como un momento de calma.

Y aunque andamos ahora
a una ciudad de nosotros
sin recurrir a promedad blandas
ni a historias de cristal,
somos tan impredecibles
como para confundir
los pétalos de una rosa
con el infinito.

Barcelona, España
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