Hasta que amanezca
Sería absurdo escribirte ahora
desde la rabia, desde el llanto,
desde el alivio, desde la calma
y desde otros insípidos escondites;
si lo hiciera
no sería yo.
Nunca estuve segura
de demasiadas cosas
pero sí de que soy
desde que tengo memoria
un torbellino
de mundos desordenados
y en uno de ellos estoy ahora
deteniéndome a pensarte.
Es que después
de tantas baldosas
que se aflojaron con mis pasos tibios
y de abrazar tantas canciones
que a su manera
te repetían,
creo haberme ganado por fin
una estadía en el olvido.
Hoy cierro los ojos
y en esa oscuridad ya no te veo
porque te fuiste de a poco
con el sigilo característico
de la incertidumbre y del miedo
aunque deseaba (valga paradoja)
que no te fueras del todo.
Te regalo
esta noche de puntos ciegos
en la que no logro encontrarme
porque me recuerda
a cuánto te gustaba
andar en reversa y a la deriva
aliándote a rutas ajenas
que espiabas
por encima de mi hombro.
Mañana volveré al quiebre
en el que ya no existen
el apodo compartido
ni las risas cómplices
y sentiré de nuevo
que ahí donde fui feliz
seré siempre una extranjera.
Mientras tanto,
hasta que amanezca,
me sigo preguntando
y te pregunto:
cómo pudo matarnos
eso que nos daba vida.