Poesía

Mira, ahí arriba,
en ese tobogán
que se une formando un vértice
con la cima de los peldaños,
están los miedos que cargo
desde que apareciste
en mis lugares habituales.

Miedo a lanzarme
y que no estés abajo
con los brazos abiertos
y los ojos entrecerrados
esperando que conquiste...

Sería absurdo escribirte ahora
desde la rabia, desde el llanto,
desde el alivio, desde la calma
y desde otros insípidos escondites;
si lo hiciera
no sería yo.

Nunca estuve segura
de demasiadas cosas
pero sí de que soy
desde que tengo memoria
un torbellino
de mundos desordenados

Apareciste como quien busca
un pedacito de futuro
por la mirilla de la puerta:
con los ojos entornados
y el corazón a distancia.

Apareciste caminando
con las manos en los bolsillos
intentando pasar desapercibido
por Buenos Aires,
intentando
pasarme desapercibido a mí
que oía el golpe de tus pasos...

I.-
Querías que me quedara
en vez de que quisiera quedarme.
Qué sutil
el ardid de las palabras
y qué evidente
nuestra distancia.

La voluntad
como los puntos suspensivos
que existen
entre el miedo y el salto,
como un instinto de supervivencia
o como la supervivencia misma.

La voluntad como nombre propio
como ímpetu de permanecer,
de quedarse abrazado a algo
que tiene alas propias;
como el deseo de volar.

Rencidí
en este crimen que es quererte,
digo crimen
porque siempre que somos
queda algún herido,
porque siempre
que volvemos a nosotros
es porque nos fuimos
de alguien más

porque no sabemos
dejar que la tierra
siga dando vueltas
e insistimos en frenarla
con un beso o un recuerdo...

Barcelona, España
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